Hace más de quince años yo trabajaba para una linda empresa en Sabanilla de Montes de Oca, antes de venirme a San Carlos. Por cierto, empresa que le guardo un profundo cariño y ese lugar del este de la capital que aprecio mucho. Siempre que salía de trabajar me tocaba cruzar en autobús casi todo el este de la capital, bajarme en Cuesta de Moras y atravesar la Avenida Central para tomar los buses de Tuasa hacia mi bella Alajuela. Era un rutina mecánica, pero me encantaba. Siempre en esta época entre mayo y junio cuando los aguaceros fuertes de la época lluviosa empiezan a incrementar y con presencia de tormenta por las tardes, me trae a la mente el nostálgico recuerdo de aquel Viejito con el violín unas veces y otras con una humilde guitarrita artesana, tocando dulces melodías a un costado del Teatro Nacional. Solo, apasionado y sin cesar, tocaba y tocaba al paso de la gente, el sonido del pajarito del semáforo, el bullicio en las calles y la agitación del tránsito, aun así sus notas volaban entre los edificios, vehículos y las gentes. Sin importar lo que pasara a su alrededor, su mundo eran esas notas de arte que alegraba la esquina colosal de la Plaza de la Cultura.
Viejo, mi querido viejo, que las monedas echadas a tu sombrero nunca eran suficientes para pagar la dulce música que alegraba el corazón de los transeúntes de la ciudad sin importar que te mojaras. En mi memoria quedó grabado tu rostro, pues se asemejaba al de mi Padre y en mi corazón tus dulces melodías que me parece estar escuchando en las tardes lluviosas de mayo.
Ha pasado bastante tiempo, o por mejor decirlo - "mucha agua bajo el puente" - desde aquellas lluviosas tardes de mayo con el dulce encanto de tus melodías.
A mediados de febrero de este año, antes de la pandemia, por cuestiones de trabajo, tuve la oportunidad de pasar una tarde por el sitio y llevaba un nudo en la garganta, pero ya no estabas. Incluso desde el año pasado sabía que en el sitio ya no te encontrabas. Hasta pregunté y estuve averiguando y me dijeron que hacía mucho tiempo atrás la familia se lo había llevado lejos de la capital para otro sitio y que nunca más se le volvió a ver. Viejo mi querido viejo, donde quiera que estés, en esta vida o en la otra, siga tocando una y otra, y otra vez, aunque ya no estás presente y fuiste anónimo, vivirás para siempre en nuestro recuerdo y cada mes de mayo siempre pondré estas letras y esta imagen en tu honor.
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